martes, 21 de septiembre de 2010

LA BICI DE HOUDINI

Estos últimos días estoy haciendo un curso en Zaragoza, por ello, me he traído la bicicleta. Algunos se acordarán de ella de mi otro blog (que optimista soy), de la aventura de la impresora y de la silla de ruedas.

Esta bici, aunque sea malilla... (bueno, malilla no, lo siguiente), es la que más me está aguantando últimamente. Para los que no lo sepan, en Valencia cambié de bici 4 veces porque hay mucho mangui de padres desconocidos ó, si son conocidos, de los que no cotizan. Como decía me está aguantando mucho, de hecho, creo que la tuve los 2 ó 3 últimos meses en Valencia y luego hasta ahora. Año y medio en total del que hay que descontar los 10 meses que estuve en Viena.

Cuando la traje a Zaragoza le hice una inspección rápida y esto es lo que obtuve:
  • No cambia el plato pequeño.
  • Le falta algún rodamiento y el eje de los pedales baila.
  • Las ruedas pierden aire periódicamente.
  • El plato delantero cambia solo si le ayudo con el pie.
  • El asiento es duro como la pata de una cabra.
  • CONCLUSIÓN: Es una hez, pero es MI hez y me lleva a todos los sitios rápida y eficazmente así que ME ENCANTA.

Todo esto me recuerda a la canción de "Mi barba tiene 3 pelos" pero cambiándolo a "Mi bici tiene 5 averías".

Volviendo al hilo de la cuestión, el jueves noche decidí salir con unos amigos un poco de fiesta y como tantas veces hice en Valencia, me llevé la bicicleta, que para eso es, para usarla. Fui toda la noche de un lado para otro con ella, despacito y buena letra. Por la noche da gusto ir en bici, no hay casi tráfico ni peatones, no molestas a nadie y puedes ir deprisa ó despacio, según te apetezca.

Transcurrió así toda la noche y a eso de las 5 de la mañana me convencieron para ir a un sitio que desconocía y cuyo nombre sigo desconociendo. Como dijeron que entrábamos “by the face” porque íbamos de VIP's pues no me lo pensé y para allí que fui. Al llegar repetí la operación que llevaba haciendo toda la noche, buscar un sitio, aparcar y darle 2 vueltas de cadena a la bici. Aparqué en la misma puerta, en una verja metálica que parecía no tener uso habitual, delante de la discoteca y bajo la mirada de los porteros.

Al entrar a la discoteca ya vi que no era de mi agrado, es uno de esos sitios “de gogos” y música “chumba chumba”. Como ya he dicho, da la casualidad de que las “gogos” van asociadas a la música y tipo de locales que menos me gustan. Así que, nada más entrar ya tenía ganas de salir pero, ya que había entrado gratis, que menos que devolverles la cortesía a los porteros y regalarles algo a cambio. Eso mismo hice, tras media hora de hacer cola en los lavabos les regalé “mi agüita amarilla”. Me meaba desde que era pequeño y aproveché la visita.

Volviendo al hilo, que entré, hice cola y salí. Media hora en total ó menos. Cuando me marché, me hicieron salir por otra puerta porque la principal ya estaba cerrada. Di la vuelta a la manzana y cuando llegué a la puerta...¡SORPRESA! Mi pequeñina de las 5 averías se había marchado a comprar el periódico. Le pregunté al portero que andaba por allí recogiendo “Perdona, ¿has visto mi bici?” a lo que contestó con una parsimonia digna de un afeitador de bombillas de esos que te encuentras en el pueblo, en la puerta de su casa sentado a la fresca en una silla de mimbre, espanzurrado cual botijo y envuelto en una camiseta interior, blanca en origen, amarilla en la actualidad, pantalón de mono de trabajo azul modelo “peón de obra namber chu” y faria en boca a medio fumar, “Ah, era tuya. Pues se la han llevado unos gitanos...”

Tres días me había durado la bici. En momentos así, se te queda la cara descompuesta, perfecta para salir en primer plano en el “Guernica” de Picasso ó para modelo de anuncios de laxantes del Lidl. ¿Qué le dices a un tipo de 2 metros y 120kg encargado de apaciguar bestias descontroladas? Pensé muchas cosas pero no dije ninguna, como por ejemplo:
  • Gracias por detenerlos con tus super poderes de coloso vitaminado.
  • ¿Sabes que cuando van cortando las cadenas suele significar que no son los dueños?.
  • ¿Para qué te pagan gandul?
  • Tuya tenía que haber sido, desgraciado.
  • O los siempre recurrentes y apropiados improperios que tan a gusto te dejan en estas situaciones y que no voy a reproducir aquí.

Nada, me volví a casa a patita y me acordé de los gitanos durante todo el trayecto. No me esperaba algo así en Zaragoza, menos aún habiéndola dejado en un sitio concurrido y, todo hay que decirlo, por mucho que me gustara, ¿qué clase de enfermo mental iba a robar un cacharro como el mío?. (Agrego otras dos, ¿porqué narices sigo con este cacharro?¿seré yo otro tipo de enajenado peor aún que los ladrones? Ya le preguntaré a Iker Jimenez a ver que opina).

Al día siguiente, después de el curso que estoy haciendo por aquí, algunos compañeros y yo fuimos a tomar algo. La idea es conocerse un poco fuera del aula porque dentro del curso sólo da tiempo a hablar de las ISOS, los APPCC y más historias de la Calidad. Fuimos tomando algo y lo uno llevó a lo otro, y un ratito se convirtió en una salida en toda regla.

A mitad de salida, fui al casco a reunirme con algunos que se habían adelantado. Callejeando en busca del lugar concreto llegué a un punto oscuro. Digo callejeando porque no me se las calles ni mucho menos los bares y cada vez que voy doy muchas vueltas. La luz no llegaba bien a iluminar aquel rincón pero ante mis ojos me pareció vislumbrar una imagen conocida. Mi pequeñina estaba allí, al fondo del todo, apoyada en una señal de tráfico. La incredulidad se volvió sorpresa y la sorpresa, alegría. Imaginaos la situación de ver a un “tontolaba” corriendo a abrazar un cacharro de bici. Fue como en los programas de Isabel Gemio cuando se reunían los familiares separados por circunstancias truculentas de la vida durante 50 años. Llegué a su altura y los rufianes de poca monta la habían dejado apoyada y con mi propia cadena enrollada. Si no te acercabas a curiosear parecía que estaba atada, pero no, estaba suelta y según lo vi, la agarré y me la llevé conmigo. Estoy seguro de que la abandonaron porque había que pedalear para moverla, ¡que vagos!. Más contento que un niño chico con zapatos nuevos paseé por el casco buscando a mis amigos para compartir mi alegría. Al rato, decidí que mejor ir a casa antes de que alguno saltara “¡Eh payo, esa es la biciclota de mi plimo Er Caldelnas!”.

Esta foto es del día que la recuperé. Me he tapado la cara porque todavía llevaba puesta
la de "tontolaba feliz del siglo" y viéndola ahora me da vergüenza enseñarla.


Y esa es la historia de como recuperé la bici. No olvidaré tampoco la cara que puso mi abuelo cuando me vio llegar a casa con ella. No se si es porque se acababa de levantar ó porque no se lo creía pero fue gracioso ver la expresión con la que me miró entre “estoy viendo un fantasma” ó “este ya podría ir a echar la quiniela antes de acostarse”.

Reconozco que he tenido más suerte que el que fue a por higos y lo metieron a ministro.

EDITO: Del dedo de clickar de Maxi me ha llegado este video que viene al pelo a esta historia:





3 comentarios:

  1. jajajajajajajajajajjajajajajjajajaajjajajaja
    M.W.

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  2. hijo de puta, me has robado el bolso

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  3. jajaja, no te he robado el bolso!!!! Me he copiado de la idea del diseño!!!

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