Este tema debió ser escrito el 10 de abril, lo se, doy vergüenza ajena por mi dejadez hacia este blog, pero en serio, he estado muyyyyyyyyyyy ocupado. Verdad de la buena. Además este tema quise hacerlo diferente ya que trata de la visita de dos buenos amigos con características especiales.
Fueron estas características especiales las que me han hecho retrasar este relato, concretamente ha sido porque los muy majetes, me dijeron a la cara que les gustaba este blog pero, por un lado, G confesó que sólo se leía los pies de las fotos que pongo y R, animado por el arrebato de sinceridad de G, confesó que el lo leía en "diagonal". De estos comentarios decidí no escribir nada sobre su visita. En lugar de eso, preferí montar un video.
Aquí tenéis la prueba del delito:
¡¡¡IIIIIIIIIIIIIIIIKKKK!!!! (onomatopeya de frenazo)
Resulta que ha llegado a los oídos de R que estoy escribiendo sobre su visita y el muy impresentable se ha indignado por la idea de que no escriba nada y me limite a poner el vídeo... lo que hay que aguantar a veces. En fin, dale, voy a escribir sobre su visita alguna chorrada para que se quede contento.
Era un bonito día de primavera, los pájaros cantaban, los austriacos salían en estampida a aprovechar los rayitos de sol, era un tiempo ideal, yo lo sabía y por eso sonreía, bueno, por eso y porque estaba contento de recibir ese día a dos zánganos "Made in Spain", dos zánganos cada uno de su padre y de su madre y que conmigo hacían tres. Curioso trío aragonés representando lo mejorcico de la comunidad autónoma puesto que somos de cada una de las tres regiones que componen esta tierra. Bueno, regionalismos sin sentido a parte, estaba contento y punto.
Como los esperaba para tarde, a eso de la hora de cenar más o menos, decidí hacer tiempo preparándoles la cena. Tantas horas de viaje abren el apetito. Entre dos y tres horas estuve preparando una de mis mejores tortillas de patata y una de las mejores de todo Austria. Por supuesto cuento el tiempo de ir a comprar los ingredientes, ponerme música, chatear por internet, consultar el estado de mis acciones en google, ... Diez huevos llevaba la bicha, ¡DIEZ! Al girarla creí que cambiaría la polaridad del mundo.
Preparación de la megatortillaca
Finalmente se hizo la hora y fui a buscarlos. Llegué justo a tiempo a su parada, bueno, realmente tarde pero ellos no tenían a dónde ir sin mi así que ahí estaban esperando. Los saludé a la austriaca, es decir, con una cerveza fresquita y ellos me correspondieron con un regalito, me trajeron una bota de vino los muy majetes. De ahí ya fuimos a casa a cenar mientras nos íbamos poniendo al día.
Una curiosidad sobre la cena. Cuando llegamos a casa, la tortilla ya estaba más bien fría así que decidimos meterla en el horno. El horno de mi residencia es especial, alguien se encargó de arrancar todas las ruletas de mando y el tiempo se encargó de borrar las indicaciones del panel metálico. Así que funciona de la siguiente forma. Apretando mucho mucho con los dedos (porque va más duro que la pata de una cabra), logras ir girando poco a poco el mando mientras te despellejas las yemas. Pues bien, tiene tres ruletas, giré las tres y no calentaba, así que las dejé como estaban (o eso creí) y me olvidé, luego vi que estaba desenchufado así que lo enchufé a la corriente y dejé la tortilla a calentar, volvimos a mi cuarto a cazar gamusinos y al rato, fuimos a revisar la cena. Había en ese momento una peste a plástico quemado en la cocina bastante considerable, se trataba del horno. Resulta que el horno es de estos que en la parte superior tiene dos fogones eléctricos. Pues bien, al apagarlo antes, como no sabía donde estaba la posición de apagado, se quedó encendido el fuego eléctrico y, como en la cocina hay mucha falta de espacio, encima del fogón siempre hay una especie de tostadora... ya os podéis imaginar, se derritió un poco la pata y el cable de la misma y de ahí la peste.
Accidente del horno
Pasado esto cenamos y salimos de fiesta un poco. Fuimos al Charlie P's, un bar irlandés que está bastante de moda y donde son muy modernos e internacionales, tanto que en media hora habían puesto dos canciones españolas, Skape por un lado y Héroes del silencio por otro... G estaba un poco indignado por esto. Después, fuimos en taxi a otro sitio porque estaba un poco alejado, aquí la gracia estuvo en que G. nunca había conocido a un taxista que decía hablar 12 idiomas, eso sí, todos de Pakistán o de la India salvo el inglés y el alemán. Y por eso G. se hizo una foto con el hombre. La foto fue porque admiraba su capacidad lingüística, no por el turbante ni mucho menos, que seguro que alguno lo está pensando.
Interior del Charlie P's bebiendo unas Erdinger blancas.
Foto del portento de los 12 idiomas y su admirador namberguan
Al día siguiente visitamos la ciudad. Hicimos un “tour paliza” pero de los de andar despacito disfrutando del tiempo, las vistas y las costumbres locales. Siguiendo precisamente este último punto, visitamos una micro cervecera donde degustamos la especial de la casa en jarra grande. Deliciosa y refrescante.
Microcervecera de la calle Waagaasse
De este día cabe destacar el palacio de Schönbrun porque les gusto muchísimo la amplitud de sus jardines y llamó nuestra atención el hecho de que había mucha más gente haciendo footing que viéndolo. También les encantó el café de la mañana, de hecho les gusto durante varios días. La iglesia Votiv, la Universidad y los palacios fueron el punto fuerte, así como los museos.
Iglesia Votiv de fondo, en las manos el café vienés (melange)
Palacio de Schönbrunn
Parlamento de Viena
Después de Schönbrun fuimos a cenar a mi residencia. Cuando llegamos a la misma, nada más salir del ascensor una peste a quemado nos golpeó la nariz. Resulta que el día anterior no apagamos el horno, solo lo desenchufamos y claro, mis compañeros de residencia querían emplear el horno y al enchufarlo y dejarlo ahí, terminaron de rematar la pobre tostadora.
Más tarde esa noche, cuando volvíamos de dar una vueltecilla por el centro, los palacios y por algún local de fiesta, terminamos en el Museo Quartier y no quisiera olvidarme de la impresión que les causó las extrañas esculturas que había allí expuestas. Se trataba de un torso de mujer en bikini del tamaño de un autobús, un colon gigante con bar en su interior y un “no se qué que qué se yo” negro rodeado de figuras humanoides a su alrededor.
Mujer desmembrada en bikini con restaurante en su interior
(obra del japonés Huno Toloko)
Al día siguiente fuimos a comer a un restaurante del que me habían hablado y, donde se supone que servían el Schnitzel más grande de todo Viena (con el tiempo descubrí que era mentira pero por poco). Comimos a dos manos y nos pusimos hasta arriba, estaba todo buenísimo, el Schnitzel relleno de queso, la ensalada típica y por supuesto la cerveza. En este punto G quería un digestivo pero en Austria no conocen el orujo de hierbas y G se conformó con algo que decía ser licor de pera y que bien podrían emplearlo mejor para encender hogueras. Después de comer más de lo que debíamos fuimos a nuestro siguiente objetivo, Budapest.
Schnitzeles que nos zampamos. Deliciosos.
Qué puedo decir de Budapest que no haya dicho ya. Quizá que en el autobús sirven bebidas frías, incluida cerveza, Heineken para ser más exactos y para puntualizar más, a 1€ el tercio y para requete puntualizar, sólo disponen de 12 por trayecto y no, no nos las bebimos todas pero si que las contamos.
Prueba física del servicio al cliente.
Una vez en Budapest, y tras la típica primera impresión para ellos de "¿a dónde carajo nos has traído?" debida a los múltiples indigentes que se agolpan en la estación de metro, y más aún por la noche, y acentuada por el contraste con la sensación de seguridad que emana Viena, fuimos a buscar el hostal. Graciosa odisea debido a que nadie apuntó la dirección, bueno, YO no apunté la dirección, lo admito. Menos mal que si que miré por donde estaba y a ojímetro y con la ayuda del comodín de la llamada llegamos más o menos a tiempo. No recuerdo el nombre del sitio, pero sí recuerdo que no merece la pena volver.
Esa misma noche empezamos a hacer un poco de turismo nocturno y, para los mal pensados, me gustaría aclarar que se trata de hacer turismo tradicional pero de noche. Fuimos concretamente al Parlamento después de mirar alguna callecita mona. Allí nos establecimos para relajar las piernas, beber un poco y contarnos más historietas. Lo de beber lo hicimos con el permiso de los guardias armados. Espero que no se lo tomaran a cachondeo por aquello de ponernos de juerga en sus narices mientras trabajan, no era esa la intención. Después de eso, como era de esperar se alargó la noche hasta rozar el día. Concretamente pasamos el rato en la Morrison's II (recomendada queda).
Parlamento, si, de día, la foto es del día siguiente y si nos ponemos quisquillosos
tomada a la fachada contraria de la que estuvimos nosotros.
Al día siguiente hicimos turismo tradicional, lo que viene siendo una soba de andar. Eso si, a ritmo charanguero para no perder detalle. Vimos mil y una cosa que ya expliqué en su día así que podéis ver las fotos ó el video.
Dos payasos dentro del convento que a su vez está dentro del hotel Hilton
En un rincón del bastión de los pescadores con vistas al parlamento.
Parte trasera de la Basílica de San Esteban
Por cierto, Si ya habéis visto el video. En un momento dado, R se dedica a insultar a un tipo que lleva un patito ó no se qué. Me veo en la obligación de explicar la escena. Estábamos cruzando el famoso puente de las cadenas en dirección a la parte de Buda. Es un puente mixto, con zona peatonal y para vehículos. Estábamos andando por la zona peatonal tranquilamente, nosotros y cincuenta personas más. De repente empezamos a oir un pato, miramos para abajo del puente, para arriba, para abajo de nuevo (todo esto mientras andábamos) y el pato ahí de cháchara, no callaba. Como no callaba seguimos andando y el pato dale que te pego ahí. Al rato, pero al rato de verdad, por lo menos 40 metros más adelante. Nos giramos y resulta que hay un tipo en una bicicleta y con una bocina de pato. El tipo estaba ahí desde hacía media hora tocando el maldito pato mientras nos veía buscar el animal pero sin pedirnos paso verbalmente y aun encima, nos miraba con cara de “llevo media hora esperando para pasar...”. Explicado queda.
(foto tomada por el primo del manco ó por un amante de los zapatos,
¿¿porque tiene que sacar nuestros pies habiendo detrás un castillo tremendo??)
Como buenos turistones de libro y ante lo barato que está todo en Budapest. Cuando estábamos hartos de andar y muertos de hambre. Nos dirigimos a un sitio que conozco donde preparan unas hamburguesas exquisitas a un precio irrisorio. Anduvimos cosa de media hora más para llegar al sitio en cuestión y cuando no podíamos más llegamos. Estaba cerrado. Ante tamaño imprevisto, entramos en el primer sitio abierto que vimos y resultó ser en el restaurante puerta con puerta. Allí, miramos los precios de la comida y, aunque más caro que la hamburguesa, no parecía mal por un plato típico. Comimos muy bien todo hay que decirlo y, después de comer, pedimos lo típico de Hungría para las digestiones, un chupito de Palinka. El Palinka es un brandy de ciruela que al tragarlo desinfecta por dentro y fuera. Los lugareños aseguran que fue utilizado de combustible para cohetes soviéticos durante la invasión. La sorpresa de la comida llegó cuando en la factura, el chupito costaba más que el plato. Vaya sablada.
Disfrutando, durante la comida, de nuestras riquezas con el efecto monopoli
(cinco billetes = un euro)
Volviendo al turismo, me gustaría mencionar la parte en la que hicimos el mongol, si si, el mongol, pero el mongol de verdad, no me refiero a hacer el tonto, como mis lectores ya sabrán, los mongoles son ó fueron bien conocidos por su maestría con el arco aunque ahora puede que se les conozca más por otras cosas.. Así es, se nos cruzó un cable y nos pusimos a tirar flechas contra una diana en un saco. Por cierto, es bastante más complicado de lo que parece aunque hubo uno, cuyo nombre no voy a mencionar, que lo suyo era bochornoso, no clavó ni una, de cinco, tres no acertó ni al saco que era grande como una nevera. Tan sólo una flecha CASI la clava pero de lo flojo que iba se despegó. En fin, menuda representación.
Aquí el profesional de la materia mostrando como no se debe coger el arco.
Otro Robin Hood en prácticas.
Así seguimos de turisteo hasta bien entrada la noche, las once más ó menos serían, momento en el cual cenamos un taco mejicano ó algo así (si, lo se, un horrible taco mejicano estando en Hungría), fuimos al hostal y a dormir... ¡que no! ¿quién se iba a creer eso? Ducha refrescante y de fiesta. Ya lo dice el refrán: “Donde fueres haz lo que vieres” Pues eso, que era sábado y estaba toda la muchachada en la plaza Erzsébet Tér, si no había tres o cuatro mil personas en esa plaza haciendo el mongui, bebiendo, tocando música, patinando ó simplemente viendo la horrible exposición machista que en ese momento había allí, si no había tanta gente entonces no había nadie. Allí estuvimos observando las costumbres locales hasta que decidimos cambiar de lugar. Fuimos a la discoteca Corvinteto, famosa por tener 6 pisos de altura, tropecientas mil salas enanas y hasta terraza. (La recomiendo pero menos porque es muy cerrada y agobia exceptuando la terraza claro. Lo bueno es que aquí si que ponen Rock).
Exposición machistona en la plaza central. No se ven bien: el pintalabios, el secador, el rimmel...
Ya al día siguiente, cuando nos echaron del hostal, nos dedicamos a vagar por las calles de Budapest, haciendo así tiempo para el bus. Fue en estos momentos cuando nos dimos cuenta de que habíamos vuelto a ser pobres. No nos quedaban slotis ni para pipas pero, como bien dice G. en el video, “eso si, los monumentos siguen estando en el mismo sitio”. Así que vimos unos pocos más hasta que encontramos un banco en el centro y allí descansamos haciendo la fotosíntesis.
Poco queda que mencionar, el último día en Viena, que era ese mismo pero por la noche, no sabíamos ni por dónde nos venía el viento del cansancio que teníamos acumulado. Aun así, creo recordar que después de cenar el plan era salir de fiesta por última vez. No lo cumplimos, ni si quiera cenamos, en lugar de eso fuimos a por una salchicha käsekrainer. Las käsekrainer son salchichas rellenas de queso, pero no esas inmundicias con textura de plastidecor que fabrican las mejores marcas aquí en España. Las sirven dentro de un panecillo o bien directamente en plato. Es la mejor salchicha del mundo. Cuando la muerdes ves y sientes la carne, carne de verdad a trozos, no puré de carne indiscernible con forma de salchicha. El queso lo mismo. Las muerdes y ves el queso que sale jugosamente. Vamos, las käsekrainer son las salchichas que emplean en España para hacer el anuncio de la salchicha de queso en el que las cortan con un tenedor y emana el queso, ese anuncio que cuando lo ves babeas como el perro de Pavlov y que cuando las compras te sientes estafado. Pues bien, al lío, estos días en Viena fueron: salchicha, kebap, pizza, salchicha, … y no por la economía sino porque están realmente buenos. Por eso, ellos no querían irse sin la última salchicha, que acabó siendo la penúltima porque antes de subirse al bus para ir al aeropuerto se endosaron otra. Fuimos pues a cenar con mi amigo el “Turco salchichas”y de paso estuvimos en la terraza de un bar cercano, el Chelsea Bar. (Recomendable también.)
Käsekrainer. No es la mejor que he visto pero si la mejor foto que he encontrado. Nunca he tenido la paciencia para fotografiarla yo mismo. Siempre me la como antes.
Me piden que aclare un poco el tema del exquisito café. Aquí la cosa se pone escatológica así que avisados quedáis. El café vienés es famoso en todo el mundo por su calidad y buen sabor (acorde al precio, todo hay que decirlo). El primer día de turismo, amanecimos cansados por la fiesta del día anterior así que un buen reconstituyente era requerido. De paso a nuestro primer destino, la iglesia Votiv, en la misma estación de metro de Schöttentor se encuentra una cafetería take away famosillla. Allí pedimos cada uno uno de los típicos café vieneses, el melange (café, con leche y espuma de toda la vida pero versión de 33cc. Son 2,60€ y es el más barato). Fue beberlo y en cosa de 20 minutos estábamos todos despiertos como el que descubrió la cocaína. Estábamos con los ojos como platos, eso si, unos más que otros porque buscaban un retrete con toda su alma. Así pasó el día con parada cada hora en un retrete diferente, hasta entramos en la universidad técnica a donar adobe para una biblioteca nueva. Y el colmo de todo esto era la “novedad” para los recién llegados de los retretes vieneses con bandejita. Creo que ya expliqué que en Viena es común que los retretes tengan una zona plana donde quedan las deposiciones en lugar de que vayan directas al agua (lo hacen para que pueda examinarlas si enfermas). Pues este hecho creo que es de lo que más ha llamado la atención a todos mis visitantes y no os alarméis si parezco escatológico porque que levante la mano el lector que nunca haya defecado, es algo natural. Ya lo dijo el sabio, “Todo lo que entra tiene que salir” y “La energía ni se crea ni se destruye, tan sólo se transforma”. Imaginaos cada dos horas de turismo buscando un lavabo y luego escuchando el comentario pertinente originado por la bandejita:
“¡Ala! En mi vida había visto algo semejante...”“Cómo he podido crear algo así...”“En España es como con los icebergs, solo ves la octava parte...”“La primera vez que toco fondo...”“Hay que hacerlo rápido porque si no la peste sube entre las piernas...”“Pero qué carajo echan a la comida en este país...”
Y mil lindezas más. Esto de ir cada dos horas al baño continuó en Budapest y según me dijeron les duró algún que otro día más estando ya en España. Me acabo de acordar de un chiste escribiendo esto:
En la consulta del médico:-Paciente: Doctor, doctor, ¿me puedo bañar con diarrea?-Doctor: Hombre, si tiene usted suficiente...
¡Hasta pronto!
Pues parece largo, pero en diagonal se lee en seguida.
ResponderEliminarBromeas, ¿no? ¿No habrás sido capaz?
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