martes, 20 de octubre de 2009

MI SEGUNDO DÍA EN VIENA, DE COMO TERMINÉ DE ESTABLECERME Y LA CRITICAL-MASS

Mi segundo día no estuvo mal, lo primero que hice fue ir a las 8 a mi residencia llamada Haus Döbling a pedir las llaves de mi cuarto. Esta residencia es, cuanto menos curiosa porque el horario de atención al cliente, osea los residentes, es de 2 horas diarias y vale. Es decir, que facilidades mas bien pocas. Llegué, busqué la oficina y pagué el mes entero por medio mes de estancia (empezamos bien pensé), luego me explicaron lo que tenía que hacer para conseguir internet y nada más, ni me dijeron donde se lavaba, ni donde se comía ni nada. Bueno, no pasa nada.

Fui a mi habitación y... no está mal (primera impresión), un habitáculo de unos 12 m2 con ducha, lavabo, armario empotrado, mesa, estanterías varias, un mueble empotrado rarísimo a modo de cabecera y una cama de 80. Todo al mas puro estilo Ikea, incluso tengo ese espejo ondulante. Aquí las capturas para los que piensen visitarme calculen el espacio (para los cotillas, click para agrandar):








Lo primero que hice fue revolverlo todo y cotillear por la ventana.




Al principio me gustó la ventana porque al ser tan grande pensé, por lo menos es un cuarto luminoso, más tarde empecé a odiarla porque en este país no saben lo que es una persiana y amanece a las 5-6 de la mañana con lo que un sol terrible te da en la cara de forma atroz (o de forma entera según como te coloques en la cama).

Aquí empezó la segunda impresión, sobre la cama había una especie de manta/edredón para liliputienses y de la tela de los chandales de los años 90, de esos que usan los yonkis y que proclaman "Los Angeles 84" y cosas así, vamos de plastiquete. Resulta que al levantar la
manta/edredón aparecieron unos cuantos bichitos "pececillo plateado":


Concretamente fueron 2 unidades de este bichito hogareño, más tarde, al levantar el colchón apareció el resto de la familia pero no hay bicho que se resista a un zapato del 43 y menos si no pagan su parte del alquiler.

Una vez "limpiado" el cuarto, desempaqué las cosas en el armario y de pasó escondí el edredón horrible en lo más profundo de él. Tras esta operación precipitadamente calculada pero completamente necesaria, al menos psicológicamente, me decidí a investigar un poco los alrededores internos de la residencia.

Primero fui a la cocina, la cual compartimos entre 20 personas y donde, debía haber coincidido que minutos antes un manco de las dos manos se había hecho una tortilla y la había intentado voltear sin mucho éxito. En consecuencia la tortilla (o a saber) se había repartido graciosamente por toda la cocina cual estucado victoriano. Al pobre manco le había debido de salpicar el aceite porque con las prisas de ir a urgencias no había podido limpiar. En fin, resumiendo, estaba hecha un asco por lo que a partir de ese momento decidí comer cosas frescas en mi habitación (así llevo un mes) salvo alguna cosa de microondas que parece que está más decente.




Para hacer justicia, he de decir que la limpian profesionales todos los días laborables, lo que pasa es que aquí la gente "descuidada" debe madrugar más que los demás.

Después visité la zona común o salita de estar que está junto a la cocina. Es un trozo que sobraba y le han puesto unas mesas y unos sofás robados de algún contenedor, he visto alguna en otros pisos y tienen mejor pinta, mejores sofás al menos..


En cuanto a los lavabos, en fin... , contamos con 4 váteres ó "cagadegós" (en francés, que suena más fino) para 20 personas y al principio tenía mala pinta pero no está tan mal después de un tiempo. De aquí se puede constatar una curiosidad curiosa y es que tienen una forma diferente a los españoles, digamos que la zona de las deposiciones es plana y se quedan ahí esperando a que tires de la cadena. La única razón que se me ocurre es que debe ser bastante común comerse cosas de valor en este país y luego quieren recuperarlas. Lo se, escatológico a mansalva y me voy a moderar porque no se quién va a leer esto concretamente.


Tras visitar los lavabos, decidí investigar un poco las zonas comunes de los edificios: ascensores (por cierto sin puerta que cuesta dinero), hall con esculturas de estilo y autor desconocidos, lavadoras, buzones privados, parquecillo, aparcamiento de bicis, gimnasio, sala de ordenadores y hasta un bar propio se puede encontrar aquí (también compuesto por sofás robados de algún contenedor).










Lo malo de todas estas cosas era que lo interesante estaba cerrado y había que pedir llave de alguna que forma que no alcanzaba a entender y que lo no interesante, como la máquina del café del hall, funcionaba al estilo propina, es decir:
"El café vale 50 céntimos pero yo te cobro 1€ y el siguiente te lo daré más bueno"
Vosotros diréis:
-Chusé, so mandril, eso no es que funcione con propina, eso es que no da cambios y hay que echarle lo justo.
Pues no, y os lo aclaro, hace no mucho, una semana o así, cuando le perdoné a la máquina el rencor que me generó aquella experiencia. En compañía de mi amigo Krzysiek, me dispuse a darle una segunda oportunidad, en este caso, introduje el dinero exacto y por lo que se ve a la máquina no le gustó la falta de propina. Lo vió como una afrenta y por ello me dispensó una hermoso vaso de agua caliente. Ahora mismo estoy enemistado con ella de por vida y se libró de una patada porque no le encontré la espinilla. Aquí la susodi-chosa:


Tras la vuelta por la residencia, decidí que tocaba visitar los exteriores, di un par de vueltas, constaté donde estaban los supermecados más cercanos, un locutorio, un buzón de correos y por supuesto, las lineas de autobús y tranvía más cercanas (en la misma puerta de la residencia, lo que todavía no se es a donde repámpanos se dirigen).

Compré algo para comer (fresco y sin cocinar... ensalada mixta) y también lo principal para subsistir, es decir, jabones, papel de cocina, plato y cubiertos. Con esto me avié para sobrevivir.

Después de comer había quedado con Esther para ir a la "critical-mass", así que para acudir al punto de encuentro cogí el metro, para lo cual pagué el billete semanal de 14€ (es lo más recomendable porque el de 3 días cuesta 13,6€ cosa que no me explico) y con ese billete ya podía ir en cualquier método de transporte público. Una vez en casa de Esther me dejó su propia bici y ella cogió un monociclo y fuimos a la "critical-mass" de esa guisa.

Para los que no sepan lo que es una "critical-mass" procedo a explicarlo. Básicamente es una quedada del mayor número de ciclistas posible para reivindicar el uso de la bicicleta y del transporte público en detrimento de los turismos, exigen mejores infraestructuras y respeto al ciclista y, así mismo, quieren recordar que son muchos sus usuarios. Para llevarla a cabo, avisan a las autoridades del lugar donde comenzará la marcha en bicicleta, en este caso fue Schwarzenbergplatz. La "critical-mass" dura entre 2 y 3 horas y no informan del recorrido que seguirá la manifestación (supongo que para que no desvíen el tráfico con antelación). Por ello, la policía acompaña abriendo paso y cortando semáforos y procurando que nadie se pase de listo (aunque en esta ciudad la gente es respetuosa hasta para manifestarse). Las únicas veces en las que la manifestación (de unas 700 biciletas) se paraba a estorbar el tráfico a drede era cuando algún conductor pitaba y, en ese momento o se paraba en seco la marcha, o como en el caso de una rotonda, se dieron hasta 4 vueltas para incordiar.




En este caso, disfruté mucho de la marcha porque recorrimos grandes calles a la velocidad de la erosión y pude ojear algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Además Esther me iba contando lo que era la mayoría de ellos lo cual fue de ayuda. También fue curioso ver como aguantó en el monociclo aproximadamente 12km, que en llano todavía pero también subió alguna cuesta prolongada y lo mismo en bajada. Otra cosa curiosa fue, que los organizadores de la marcha iban con unas bicis muy curiosas hechas a mano, unas de 2 m de altura, otras con una rueda gigante al estilo antiguo, algunas creadas uniendo varias bicis viejas dando como resultado un trasto cuanto menos curioso y había varias también que tenían radio y altavoces incluídos.






Al finalizar la marcha fuimos a una zona del canal del Danubio donde han puesto arena a modo de playa y dos chiringuitos en los que se daba un concierto a favor de las bicicletas (a mi me daba bastante igual porque por aquel entonces el alemán me sonaba a carraspera) y luego había un ciclo de películas sobre el mismo tema que tampoco vi.


A la vuelta a casa recordé que no tenía sábanas asi que dormí con mi edredón (el bueno) encima de ese colchón mugriento pero bueno, tras 2 duchas hasta eso se olvida.

Aquí terminó el segundo día, más próximamente.

Auf Wiedersehen!! (se escribe así pero si dices "olvidensen" muy rápido es lo mismo y te entiende todo el mundo)

2 comentarios:

  1. Segundo día y ya en una manifestación....no quiero saber cómo va a terminar esto...

    Para el tema del sol matinal (no sabes cuanto te entiendo y eso que lo mio fueron solo unas semanas) venden unos antifaces que van de perlas, se te quedan las marquitas por la mañana pero consigues despertartes pasadas las 8 de la mañana ;)

    ánimo chiquillo!!!

    ResponderEliminar
  2. Pero cuantísimo se aprende viajando. Desconocía la existencia de esos alegres bichejos, los pececillos de plata. Y lo más sorprendente de todo es su forma de reproducción:

    Los pececillos de plata no copulan, sino que el macho produce un espermatóforo que adhiere colgante a un hilo tensado que tiende desde algún objeto vertical. Conduce a la hembra mediante maniobras de cortejo a tropezar con el espermatóforo. La hembra lo recoge con sus cercos y lo lleva hasta la abertura genital, donde lo introduce y se produce la fecundación.

    ¿No os parece adorable? Creo que los hombres tenemos mucho que aprender de los Lepisma Saccharina.

    ResponderEliminar

Por favor, introduce aquí tu relato, comentario, burla, sátira o tontada. No olvides firmar y por favor, no uses color rojo que es el que uso para corregir. Las notas las colgaré en el tablón y la revisión será un día antes.

Gracias de muñeca